lunes, 19 de abril de 2010

Un comienzo para el fin (1-3)

Me encontraba tumbado en el sofá de mi casa, en la playa, con el ordenador portátil en mi regazo y un documento Word abierto, rodeado de un silencio nervioso que solo se veía roto por el continuo tecleo de mis dedos en el ordenador. ¿Por qué siempre mi inspiración para escribir tenía como pésima musa a la tristeza? , eso era algo que odiaba, pero… sea cual sea la musa, esta es un regalo divino y hay que saber apreciarlo.

Estaba en esa situación por culpa de un presagio, algo me decía que lo que estaba a punto de pasar tendría una repercusión caótica en mi, por lo que decidí aprovechar ese sentimiento y escribir algunas líneas, ya que la divinidad había decidido venir, que menos que ofrecerle un asiento junto a mí de cara a la pantalla del ordenador. Sin darme cuenta la noche ya había caído, pero aun no era la hora de cenar. Es curioso lo concentrado que estaba en la blanca hoja del papel digital del ordenador, que no me había percatado de cómo el negro había ido tiñendo el cielo azul de mi entorno, hasta que la canción “supermassive black hole” que tenía como señal de llamada en el móvil, me trajo de vuelta a la realidad. En la pantallita del móvil se podía leer su nombre claramente sobre un fondo en tonos blancos y negros de una imagen de un guitarrista.

- Hola, ¿que hay?

- Nada, ¿es que no te puedo llamar para hablar porque si?

- Espera un momento.

No sabía por qué, pero este era el punto donde el presagio iba a tomar forma, así que salí de mi casa para evitar posibles distracciones y me encamine hacia la playa, allí podría estar solo.

-Ya estoy disponible.

- Bueno… es que quiero hablar contigo… ¿Te pasa algo?

- ¿A mí? No ¿Por qué?

- Bueno… es que últimamente te noto algo extraño y solo quería asegurarme.

Y en este otro punto es donde decidí ahorrarme toda la parafernalia y ver cuanto antes que era lo que me había estado obligando toda la tarde a estar escribiendo en el ordenador.

-Pues ahora que lo dices, tengo varios problemas… ¿De verdad me quieres?

- ¿Pero cómo puedes decir eso?, soy yo la que debería hacerte esa pregunta, porque viendo tu actitud últimamente cualquiera podría decir que tienes por allí a otra chica, ¿qué pasa? ¿Ahora eres marinero? ¿Tienes a una novia distinta en cada puerto?

Esto me dio una gran información sobre dos cosas, la primera era que esta conversación, tomase el camino que tomase, no acabaría en Roma, sino en el purgatorio, porque allí es donde iban a ir a parar mis pedazos cuando ella colgase el teléfono, y la segunda era que para ser capaz de haberme hecho esa pregunta, ella debía de saber de mi, por lo visto, menos aun de lo que yo pensaba.

Y es que el caso era el siguiente, ¿Nunca os ha pasado que cuanto más os interesáis por alguien menos interés tiene esa persona por vosotros, y viceversa? Pues ella había estado perdiendo el interés por mi últimamente por lo que había decidido convertirme en un científico y comprobar si esa teoría era cierta, comencé a parecer menos interesado por ella cada vez, lo que no había tenido en cuenta era que yo sí que la quería con tanta intensidad que más que un castigo para ella parecía un castigo para mi, porque me estaba costando horrores guardar las ganas que tenía a cada instante de llamarla para decirle lo mucho que la ama, aunque era algo estúpido, porque seguro que eso poco le iba a importar. Por lo visto el experimento había empezado a esfervecer y estaba a punto de estallarme en la cara.

Tras un rato de explicaciones inútiles sobre mis teorías, con las que intentaba deshacer el entuerto, ya que en ese momento solo me importaba solucionarlo todo, ¡A la porra mi estúpida indagación científica en el mundo de los sentimientos!, solo quería que supiera que todo había sido un patoso intento de hacerme el duro y que lo único realmente importante era que yo la quería y que no había más sustancia en la probeta de ensayo que esa. Pero al parecer… ella tenía sus intenciones bien claras, y todo lo demás eran telas de trapo.

-Lo siento, pero… quiero terminar esta relación…

Esas palabras escavaron en lo más hondo de mi pecho y removieron todo el interior hasta dejar un batiburrillo de compungidos sentimientos. ¿Qué debía responder? “No yo no quiero que esto acabe” ¿Acaso eso cambiaria algo sus sentimientos hacia mí? Solo fui capaz de articular dos palabras.

-¿Por qué?

- Porque esto no es amor, tú no me quieres.

No recuerdo que fue exactamente lo que respondí, pero eso la altero bastante.

-Por que si, por que eres como un niño chico, eres un inmaduro, eres un egoísta, solo piensas en ti, ¿Qué pasa? ¿que quieres estar conmigo por estar con alguien?¿que después de cuatro años sin sentir el amor hacia otra persona ya te has cansado de eso y me has cogido a mí para ello, a la primera que has encontrado? Yo… yo ya no te quiero… ya no me haces feliz, lo siento…

La verdad es que no le podía quitar razón alguna a nada de lo que había dicho, ella tenía razón en todo, yo era un inmaduro, era un inmaduro cuando estaba con ella, porque lo perdía todo, perdía mi orgullo, perdía mi capacidad para razonar y darme cuenta de las cosas, era como un niño chico, por que cuando me rozaba era vulnerable totalmente, por eso era un inmaduro, porque ella me convertía en un niño pequeño, aunque según tenía entendido… sentirse niño otra vez gracias a alguien era síntoma de estar enamorado, pero por lo visto también estaba equivocado en eso. También tenía razón en que yo era un egoísta… sí, lo era, por que solo pensaba en mi propia felicidad, solo me interesaba ser feliz, el único problema es que eso me era imposible si no conseguía antes que ella fuese feliz, necesitaba que ella fuese feliz para poderlo ser yo también, solo me importaba eso en el fondo… su felicidad. Pero a lo que no le iba a dar crédito era a su insinuación de que la había tomado como a la primera que me había encontrado por ahí… Precisamente si me hubiese conocido bien sabría que para mí no vale cualquiera, que si no he vuelto a estar con alguien en cuatro años ha sido por algo, ha sido porque nadie ha sabido llenar el hueco que siempre he tenido dentro de mí que esperaba ser completado por alguien, ella precisamente vino a ser la pieza que encajaba, la única que había sabido dar el color adecuado al puzle de mi vida, pero por lo visto… ella no podía ver eso… solo pensaba que me había aburrido de estar solo… es muy triste darse cuenta de que tus sentimientos y tus acciones no son comprendidos por la persona que les da vida y hace que el movimiento de tu mundo gire para obedecer sus caprichos.

Todos esos pensamientos se atropellaban unos detrás de otros en mi mente deseando salir todos a la vez, es por eso que quizás todos mis intentos de expresarle todo aquello fueron nulos, la cosa estaba zanjada.

Volví a mi casa con la cara descompuesta y un color blanco cal en la piel, que no tenia para nada pinta de ser algo sano, tanto se me debió de notar eso, que cuando entre por la puerta de casa y encontré a mi familia que había comenzado a cenar sin mí, probablemente hartos de estar esperando a que llegara, cambiaron la reprimenda propia de la situación, por un silencio sepulcral totalmente acorde con mi estado de ánimo actual… el de un muerto en vida. Me senté en la silla que había reservada para mí en la cena y miré con desaliento la pechuga de pollo que había en mi plato, corté un trozo minúsculo de la pieza y me lo llevé a la boca… estaba frío pero esa no importaba, no tenía hambre ninguna… estaba muerto… ¿Por qué iba a necesitar comer algo? Me levanté de la mesa al instante y sin dar explicaciones subí las escaleras arrastrando los pies hasta mi habitación, nadie me reprocho nada… todos estaban de luto.

Me dejé caer en la cama de forma que mi cara estaba orientada hacia la ventana abierta, desde donde se podía ver claramente el estrellado cielo, era una pena que fuese incapaz de ver la bonita estampa, porque realmente estaba mirando al vacio… el cual ocupó mi labor esa noche… una noche eterna mirando solo el vacio.


Hoy probablemente no este, y mañana... tampoco (2-3)

No necesité abrir los ojos esa mañana para despertarme, no se habían cerrado en toda la noche. Aunque esa noche no dormí, curiosamente una imagen estuvo rondándome la cabeza todo el tiempo, una orquídea blanca…¿Qué significaría eso?, bah! Daba igual lo único que me interesaba de verdad era la segunda imagen que me frecuentó la mente esa noche… su cara, la cara que tenia la primera vez que la vi, una cara fina de proporciones áureas en las que se encajaba una sonrisa impecable, blanca lechosa, brillante, que hacia perfecto juego con sus dos preciosos ojos, del color del chocolate… casi se podría decir que su cara era mi bebida favorita, leche con chocolate… ummm! Que dulce… que dulce cara!, una cara que tenía como broche un pelo largo liso, suave, castaño, el pelo más bonito que en mi vida había visto, precioso, era el perfecto manto para envolver esa dulce imagen.

Bajé las escaleras hasta el salón, pero solo por pura rutina, realmente no quería salir de la cama nunca más en mi vida, así que tomé el sofá como sustituto y allí pase el resto del día, sin desayunar, sin comer y sin cenar… el hambre no parecía ser una práctica habitual en mi nueva vida de muerte interior, ni siquiera miraba la televisión solo el techo… el blanco techo, cuyo gotelé formaba curiosamente la imagen de una orquídea…

Los días se sucedieron uno tras otro clonando la tónica del día anterior, un sofá un techo y un estomago vacío, no creía en otra manera de vivir, no quería otra manera de vivir ahora, ahora simplemente no vivía. Algunos días que creía recuperar las fuerzas que nunca tuve pensaba en llamarla, pero… ¿Que cambiaría eso? Ya lo había dejado bien claro, era una estupidez agarrarse a un clavo lleno de púas, hiciese lo que hiciese, acabaría doliéndome. Otros días creía tener la solución a punto de caramelo, “Ya sé, ¿ella dijo que parecía que yo no la quería? Solo tengo que darme rienda suelta y hacer todo lo que he estado reprimiendo hasta ahora por guardar las apariencias”, pero aquello tampoco iba a dar resultado, ¿acaso servía de algo ahora que le hiciese una llamada perdida al móvil cada mañana nada más levantarme para que supiese que lo primero que he tenido en mi cabeza al despertar a sido a ella?¿serviría de algo colmarla todo el día de piropos y demostraciones de amor?, eso lo dudo mucho, una obra de arte tiene que estar aburrida de ser ensalzada por todo el mundo, de todas formas creo que debería darle un apunte y reclamarle una cosa, y es que no había ni un solo día en que su nombre no pasase al menos una vez por segundo por mi mente y que antes de que ella apareciese en mi vida, nada me completaba, hiciese lo que hiciese, nunca era plenamente feliz, seguía teniendo un pequeño hueco en mi que no había manera de tapar, aunque ella supo cómo hacerlo, lo malo es que cuando se fue de mi vida no volvió a dejar el hueco que antes había, dejo un vacio enorme, un vacío que se quedo con su nombre y se lo llevo todo consigo, quizás debería reclamarle mis ganas de vivir, pero ¿de qué serviría? ¿Acaso me las iba a poder devolver? Lo dudo mucho.


Tan preocupante era mi situación día a día que mi primer contacto con el aire fresco, fue por obligación, mi familia me obligó a bajar a la playa, no recordaba que el sol fuese tan cálido y que me cegase tanto, solo quería volver a mi burbuja, donde yo era un puro glaciar en pleno verano, todo aquello me resultaba dañino, había perdido la costumbre de sentir todo aquello. Por el trayecto algo me llamó la atención en todo aquel paisaje amarrillo y naranja… ¡allí! ¡En esa baldosa!, en aquella baldosa crecía una hermosa orquídea blanca, pero aquello no podía estar sucediendo, tenía entendido que las orquídeas necesitan humedad, y para nada era humedad de lo que estaba cargado el ambiente, aquello simplemente no podía ser. Cogí la orquídea con sumo cuidado y volví a mi casa para trasplantarla a una gran maceta del jardín de mi abuelo, a él le encantaban las plantas, seguro que sabría perfectamente cómo cuidarla. Llegué hasta mi casa, quité el pestillo y empujé la puerta metálica de la pequeña muralla que daba al interior, esta se abrió produciendo el pequeño chirrido oxidado de las puertas viejas, el sonido despertó actividad en la casa y pronto fue respondido por cuatro patas al galope que venían hacia la entrada agitando todo el suelo de la casa a su paso. De entre las cortinas de la puerta salió muy agitado y sin parar de mover el rabo, Toby, el perrito guardián de la casa. ” Menos mal, seguro que una buena bienvenida me anima”, pensé. Cuando estuvo a distancia suficiente del porche como para verme, bajo el ritmo, agacho la cabeza y volvió a meterse dentro de la casa. Lo que faltaba… hasta mi querido perro había perdido el interés por mí, por lo menos no haría añicos la flor que acababa de encontrar. Así que tras esta pequeña materialización de mi extraño sueño todo volvió a la normalidad, la sepulcral normalidad.

Aquello no tenía fin ni tiempo ni espacio, era un estar sin estar, un pensar en nada, una brújula desorientada, un mundo en otra parte, mi mundo donde estuviese ella, un llanto continuo, y ya sé que los hombres no lloran, pero es que ya no era un hombre, ni siquiera el indefenso niño en el que su amor me convertía, ya ni siquiera era persona… no sabía cómo iba a salir de esta pero tampoco me importaba, sabía que no saldría, las causas perdidas nunca se me dieron bien, y menos aun ahora que mi fuerza para vivir solo venía de la palabra que le daba el nombre, debería odiarla por todo el mal que me estaba haciendo, sin saberlo pero… no tenía sentido odiarla, ¿Por qué odiar a una persona que no te quiere? Ella no tiene la culpa de no estar enamorada de alguien, eso… no se elige, lo peor de todo aquello, es que yo mismo me lo busqué, ella me quito la vida, pero yo no tuve fuerzas para ir a recuperarla.

Volví a subir las escaleras hacia mi habitación y caí otra vez a plomo sobre el colchón, mañana sería otro día… otro día igual que el anterior y que al anterior y que el anterior, otro paso más en el mismo kilometro.

Un click y una flor (3/3)

Casi sin darme cuenta el verano había terminado y con el fin de este algo nuevo pareció comenzar en mí, aun seguía deprimido y con las fuerzas justas como para abrir los ojos cada mañana pero algo faltaba, ya no tenía el dolor de saber que ella no me quería, por lo visto lo había sufrido tanto que esa quemadura en mi pecho ya no me abrasaba, porque ya solo quemaba sobre una ennegrecida piel carbonizada cansada de arder. Ahora en su lugar había un revestimiento de melancolía, la felicidad de estar triste, ya era capaz de mirar su foto y sonreír al recordar que en algún momento el motivo de nuestra felicidad éramos el uno del otro, sonreía al saber que ella ahora mismo seguramente sería feliz, aun seguía interesado por su dicha, si ella lo era ¿por qué iba a tener que estar yo triste? Pero no podía evitar torcer alguna vez que otra la sonrisa al pensar que ya no volvería a pasar las tardes muertas con ella en la amplia cama de mi piso, que dejaríamos pasar las horas solamente queriéndonos bajo la suave luz que filtraba mi ventana cada atardecer, que los eternos paseos por la ciudad no se iban a repetir, que ya nunca mas volvería a sentir la ansiedad de de controlar el tiempo para adelantar la mañana siguiente y volver a verla cuanto antes cada vez que la despedía en el autobús que la llevaba a su casa, tampoco volvería a sentir que el tiempo se detenía cada vez que sus ojos me enganchaban para decir una y otra vez “te quiero”, ni volvería a saber lo que era de verdad querer a una persona simplemente por darte cuenta de que el sentido de tu vida lo ponía ella, simplemente… no volvería, millones de cosas no volverían.

Una nueva etapa, eso parecía, aunque estaba bastante aturdido, los estragos de volver a la vida tras una defunción eran bastante latentes, casi tanto como mi corazón, que ahora parecía sonar más fuerte, por lo visto había pasado bastante tiempo sobrecogido y atado que necesitaba respirar cuanto antes. En definitiva, me sentida diferente, no necesariamente renovado ni vigoroso pero sí diferente, sobre todo por el hecho de que en mi cabeza ahora había una idea que antes no estaba hay…”vive la vida”, tres palabras que rigieron mi comportamiento durante las semanas siguientes.

Tras el desenfreno tuvo que venir la teoría de la gravedad a poner orden… todo lo que sube… en algún momento baja y la espuma de mi efervescencia estaba empezando a perder fuerza, comencé a tener miedo de volver a caer en el abismo que tenía un cartelito bien claro con el nombre de ella en letra gruesa y negra, así que concentre mis esfuerzos en estabilizar la balanza, no me podía permitir volver a caer, al menos debía esforzarme por la gente que aun me quería, bastante habían sufrido todo este tiempo por la impotencia de verme morir y no poder hacer nada, se lo debía.

Sin saber cómo, una mañana, un “click” en mi cabeza puso orden a todo, ya no sentía ningún dolor al recordarla, solo una sonrisa, una sonrisa que hacía tiempo no visitaba mi cara, y una frase que escuche hace muchísimo tiempo y que por fin pude comprender… “no llores por que termino, sonríe por qué sucedió”, y que verdad mas cierta, ¿ por qué tenía que llorar? ¿Acaso no era motivo suficiente para, cuando menos, sonreír el hecho de haber probado lo que era la autentica felicidad que no haberla conocido nunca? No… definitivamente no debía estar mal, porque aunque fuese por un breve periodo de tiempo pude saber lo que era acariciar el cielo con la punta de los dedos, respirar con tranquilidad al estar tumbado en una nube, sentir en mi piel la calidez amarilla del sol, columpiarme en la luna, dormir acunado por ella, volar entre las estrellas, dibujar la aurora, vivir en mi propia piel el roce con lo divino… ella había sido mi cielo, por un corto tiempo, aunque para mi… el tiempo solo era un punto de referencia para marcar las cosas cuando suceden, lo que realmente me cuenta es la capacidad que tiene ese punto para continuar en tu recuerdo toda la vida.

Aunque aparentemente casi todo volvió a la normalidad, me di cuenta de que algo aun seguía fallando, algo me faltaba… ¡claro! El hueco que dejó aun seguía allí, vacío, negro e incordiante. Pronto recordé que esta sensación era la habitual en mí antes de conocerla, había olvidado que antes vagaba por el mundo en busca de una forma de completarlo y que hasta la fecha solo ella lo había conseguido. En fin, tendría que volver a seguir con mi vida anterior, otra vez en busca del narcótico que amedrentaba esa yerma sensación, y apuntar una muesca más en la escopeta de mi vida.

Pasó el tiempo y este trabajo hasta la fecha el día del cumpleaños de aquella chica, no le debía nada salvo un par de lecciones que me hizo aprender y que me sirvieron para afrontar mejor las aflicciones de la vida, pero sentí la necesidad de mostrarle que, aunque últimamente todo hubiese continuado como si nunca nos hubiésemos conocido, en algún momento de mi vida ella fue quien le dio todo el sentido, y quería agradecérselo. Cogí el móvil y marque su número, segundos después la señal de llamada se corto y contesto su voz.

-¿Si? Dime.

-Quizás sea una situación extraña pero… ¡felicidades!, sé que no te gusta cumplir años pero creo que una felicitación no hace daño ¿no?- reí.

Ella también rio –No te preocupes, es todo un detalle, muchas gracias.

-Bueno creo que aun puedo conseguir que todo sea un poco más extraño… tengo un regalo para ti.

-¿Enserio? De verdad, no tenias que haberte molestado, no es necesario.

-Ya sé que no, pero he sentido la necesidad- volví a reír - ¿Estas por aquí cerca?

-Si, aun sigo en la facultad.

-¿Te parece bien que nos veamos en 5 minutos en la puerta de mi casa y te lo doy?

-Claro, en 5 minutos te veo.

Acto seguido colgó el teléfono y yo cogí el rectángulo recubierto por papel de regalo que había sobre mi escritorio, salí a la puerta de mi casa y allí la espere.

No tardo mucho en aparecer tras la esquina contigua a mi portal, y cuando lo hizo, el tiempo se detuvo, seguía igual de preciosa que siempre, el que todo hubiese terminado no quería decir que su belleza también, aunque esta vez no tuve casi tiempo de analizar su graciosidad como una buena obra de arte se merece.

-¡Hola!.

-¡Hola!, y felicidades de nuevo- sonreí – bueno pues aquí lo tienes.

Le entregue el paquete, ella lo cogió y justo cuando se disponía a abrirlo con anhelo, la interrumpí.

-¡Espera!, no lo abras aun, prefiero que lo hagas cuando me haya ido.

Un poco extrañada me respondio…

-Está bien, pero me gustaría poder agradecértelo después de verlo, ¿Qué menos?

-Bueno, ya tendrás tiempo. Espero que disfrutes el día, es una ocasión especial- guiñé un ojo- y no podría soportar verte pasarlo mal. Ya nos veremos, ¡cuídate!

Y la despedí con una mirada, ella me devolvió la partida con sus chocolateados ojos que tanto me gustaban.

Entre en casa y me recosté en la cama, situada justo en la gran ventana, a mirar el cielo. Ahora tenía una pequeña duda que nunca iba a poder resolver, aunque para nada eso me iba a quitar el sueño… ahora me sentía bien, pero sí que es cierto, que me hubiese gustado un poco ver la expresión de su linda cara cuando hubiese desgarrado el papel de regalo que envolvía una cajita la cual contenía aquella orquídea blanca…